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¿Qué habla a favor y qué habla en contra del perdón?

Se ha escrito mucho en la investigación de la felicidad y la psicología positiva sobre el valor del perdón. Como perdonar brinda alivio y que personas, que pueden perdonar más fácilmente son más felices en promedio.

Por otro lado, hay hechos terribles que no se pueden perdonar: Violencia, indignación, engaño que ha causado mucho dolor o incluso ha dejado fuertes heridas y degradación en las personas. ¿Por qué debería uno perdonar eso?

Elegí este tema porque nos acompaña a diario. Reflexionamos mucho sobre las injusticias y el resentimiento con los demás y seguramente a todos nos ha pasado, que no queremos perdonar algo que nos han hecho. Por eso es importante preguntarnos cómo queremos afrontarlo y también cómo podemos acompañar mejor a las personas en su dolor.

Una experiencia mía con el perdón

Yo misma me he dado cuenta, que el perdón tiene un estatus diferente según la cultura, lo que puede estar relacionado también con la presencia de valores espirituales y religiosas. El valor del perdón juega un papel importante en las grandes religiones del mundo, como el cristianismo o el islamismo. En culturas que todavía están fuertemente influenciadas por la fe religiosa, el perdón se predica con fuerza en la vida cotidiana, incluso en la terapia. Sin embargo, comencé a cuestionar el perdón como un proceso indispensable en la terapia y la vida cotidiana. Pues, me encontré con algunas personas que se resistieron mucho al perdón y mencionarlo en terapia no fue un beneficio para ellos.

Hacia el final de mis estudios en la universidad hice una pasantía en un hospital público de Quito y acompañé a un psiquiatra en sus sesiones con pacientes. La mayoría de sus pacientes eran mujeres, entre 40 y 60 años, casadas desde hace mucho tiempo, con hijos y diagnosticadas con trastornos de ansiedad y/o depresión.

no perdonar

Recuerdo muy bien a una mujer que lloró mucho durante la conversación con el médico y habló del resentimiento que sentía hacia su esposo. Su esposo la engañó con varias mujeres una y otra vez durante muchos años y, a menudo, también la atacó verbal y físicamente. La autoestima de esta mujer estaba en el suelo, no quería separarse, no se veía en condiciones de hacerlo.

Además, su esposo ha cambiado a lo largo de los años. Se ha vuelto más pacífico y hogareño y ahora quería desarrollar una relación más cercana con su esposa. Pero en ese mismo momento los síntomas de la mujer salieron a la luz por primera vez. Fue como un conflicto interno de ella. Aunque se quedó con su esposo todos estos años, no pudo perdonar lo que hizo. La señora sintió demasiado odio e incomprensión, y de alguna manera se sintió bien castigarlo ahora con su actitud de rechazo.

El especialista tenía una hipótesis clara sobre esta situación: Si, ahora que su marido ha cambiado y se arrepiente, ella solo podría perdonarlo de todo corazón. Si tan solo intentara deshacerse del resentimiento y odio y dejar el pasado en el pasado, sería lo mejor para su propio bienestar. Y bueno, hay muchos estudios que hablan al respecto: el perdón es un proceso interno de superación y cierre. Pero es más fácil decirlo que hacerlo.

Por eso me quedé muy impresionada por la facilidad y convicción con la que dicho psiquiatra le comunicó su propuesta «terapéutica» a la señora y traté de ponerme en su posición porque debió sentirse muy incomprendida. Se apreciaba cuánto ella se opuso interiormente en contra de esta idea y prefería sus quejas actuales a las supuestas ventajas del perdón. Por otro lado, introducir está propuesta del perdón, en su momento solo hacía que, la señora se sintiera culpable por no ser lo suficientemente compasiva y humilde para perdonar.

Las debilidades del perdón

predicar perdón

En esta historia, por supuesto, también se puede cuestionar que, el problema no es el perdón en sí, sino cómo se transmite una solución sin abordar primero otros procesos emocionales y cognitivos relacionadas a las experiencias vividas de la señora. Simplemente se intentó de imponer una salida a esta mujer, como si fuera muy fácil de hacer. Pero nuestro trabajo no es fácil y no se trata de prescribir una solución. Sin embargo, durante mi formación como terapeuta a menudo tuve la sensación que, el perdón se está mal usando como receta sin cuestionar realmente si tiene sentido para la persona en su momento.

Según Kämmerer (2010), algo que hace complejo al perdón en terapia, es que está cargado moralmente. Es decir, quienes no pueden perdonar suelen ser juzgados como rencorosos o amargados. Como alguien a quien le gusta permanecer en el papel de víctima y quien no asume responsabilidad. Quien perdona, a contrario es humilde, muestra madurez y benevolencia. Pero la liberación de estas expectativas moralistas también puede ser un paso terapéutico. Cuando la persona lesionada decide conscientemente no perdonar para poner un límite, y no le importa que piensa el resto, es decir cuando se libera de todo tipo de juicio de valor.

¿Cuándo vale la pena hablar del perdón?

El perdón siempre se convierte en un tema a tratar, cuando alguien ha sido lastimado o atacado en su dignidad. Cuando una persona ha sido convertida en objeto por otra persona, de modo que su bienestar se ha visto afectado por el bien del otro, sin su consentimiento. Por supuesto, hay muchos ejemplos y situaciones diferentes en las que la gravedad del delito y las presuntas intenciones del ofensor también influyen.

En el caso de una persona que engaña a su pareja con otro/a, por ejemplo: Quien traiciona, lo hace más por satisfacer sus propias necesidades. Por lo general no tiene la intención de causar daño activamente a su pareja. Por el contrario, en el caso de tortura o cualquier forma de maltrato, el agresor tiene la intención de empujar activamente a su víctima a una determinada posición de sumisión. Evidentemente, el primer ejemplo describe un acto menos grave que el segundo, el cual probablemente a muchos lectores les parecerá imperdonable.

Pero, la facilidad con la que uno puede perdonar una acción también depende de valores subjetivos. Como, por ejemplo, si honestidad y transparencia son muy importantes para alguien en su relación de pareja, entonces incluso una pequeña mentira “blanca” puede ser un abuso de confianza para esta persona. No podemos juzgar solo objetivamente, qué es perdonable y qué no lo es. Los valores personales y lo que uno vale para sí mismo, también son factores importantes.

Pero de una lesión no solo se debe “curar” el resentimiento, es mucho más importante recuperar la dignidad y la autoestima y ​​eso pasa más interiormente, no solo a nivel relacional con el victimario, a través del perdón. Es por eso que la terapia del trauma, consiste en clasificar lo que ha sucedido con la persona traumatizada en los diferentes niveles interiores (emocional, mental, físico).

El perdón es necesario siempre que se quiera restablecer la relación con la persona que hizo el daño, cuando se necesita reconstruir la conexión y la confianza. En el caso de la mujer que describí en mi ejemplo, esta podría ser una pregunta importante para ella, antes de discutir el perdón. ¿Quiere volver a establecer un vínculo más fuerte con su marido?, ¿Cómo quisiera que fuera su relación ahora? Además, la confianza y la conexión requieren perdón, pero no al revés. El hecho de que alguien perdone no significa que volverá a confiar, en el mejor de los casos ese sería el siguiente paso.

Entonces, ¿por qué perdonar?

pedir perdón

Hay mucho que habla a favor del perdón, pero ¿qué debe haber detrás del perdón para que sea saludable? Porque, perdonar no debe significar, disculpar, ni aceptar lo hecho. Más bien representa la decisión consciente y voluntaria de la víctima, de renunciar a las emociones rencorosas ligadas con el agresor, como el resentimiento, el odio o el deseo de venganza. Porque ha notado que, con este sentir se hace más daño a sí mismo, que al propio agresor.

Por lo tanto, perdonar significa renunciar al deseo de que, el causante “sufra” por sus actos y que se haga justicia ante lo pasado. Así, quien perdona pueda soltar todo tipo de sentimientos y pensamientos negativos que persistían hacia el culpable y finalmente, este ya no estará tan presente desde la rumiación mental sobre la injusticia y la necesidad de reparación, lo que reduce la ansiedad, significativamente.

Así pues, un proceso de perdón en la terapia conduce a la víctima, paradójicamente, a que esta recupera el control de la situación. Porque los sentimientos y pensamientos resultantes del resentimiento hacia la persona que lastimó ya no la acompañan constantemente. Digo paradójicamente porque, a menudo justamente estos pensamientos obsesivos sobre el causante surgen del deseo de comprender y controlar mejor la situación, pero llegan a controlar de manera dañina al/a la afectado/a.   

El perdón de la acción debería hacer que sea más fácil dejar de lado el resentimiento y así redireccionar la energía vital nuevamente hacia sí mismo.

Funciona de acuerdo con el principio: la ira es el dolor que quieres infligir a otra persona, pero la sientes solo tú mismo y por eso debes dejar tu ira para ya no hacerte daño.

No perdonar como autoprotección

El odio y resentimiento inicial hacia una persona que lesionó también son reacciones bastante naturales y saludables. Cuando ha sucedido una injusticia, debe ser reclamada. Porque, quien ha entendido, que un acto fue injusto con él/ella y se enoja por ello, también está defendiendo su dignidad y el enojo lo ayuda a poner límites y protegerse. Por lo tanto, también es una reacción protectora importante no perdonar todo de inmediato.

En un momento inicial, los pensamientos de resentimiento y el deseo de reparación están estrechamente ligados al sentido de dignidad y autoestima y que se haga justicia ante un hecho que ha vulnerado a una persona, significa que vale la pena protegerla y reparar su dignidad, es un proceso que permite recuperar el equilibrio. Pero no siempre se llega a recuperar el equilibrio a través de los procesos de reparación. Procesos de reparación podrían ser procesos legales que juzgan y condenan al agresor/a, según la gravedad del hecho. Pero también el reconocimiento del/la agresor/a y su remordimiento. Sin embargo, sea cual sea la forma de reparación, es algo que no depende de la víctima en primer lugar, sino de procesos y condiciones externas sobre las que no tiene control.

Entonces esperar una reparación que no se va a dar, con el paso del tiempo resulta muy frustrante para el/la afectado/a, la ira y el resentimiento siguen ahí o incluso se intensifican, y a la larga se convierten en una carga diaria. Entonces, tiene sentido preguntarse: Cómo lidiar con la situación y los sentimientos asociados a ella, para no caer en una espiral descendente de rencor que es más doloroso para el/la afectado/a que para el mismo/a agresor/a.

¿Cuáles serían entonces las condiciones para que el perdón puede ser favorable?

perdonar y soltar
  • La persona lesionada debe saber que el perdón no es lo único ni lo principal que se debe atender. Ante una experiencia dolorosa o incluso traumática no solo se trata de mirar la relación entre víctima y victimario. La relación con uno mismo y las huellas que ha dejado en la imagen y estima personal es más importante.
  • Debe ser un proceso interno, independiente del culpable y de cómo se recupera el equilibrio a través de terceros (independiente del proceso de justicia). Pues, no debe tratarse de que la víctima espere o dependa del arrepentimiento, ni que anhele ganar finalmente poder sobre el/la perpetrador/a, en el sentido de una venganza.
  • El perdón debe ser una decisión voluntaria de la persona lesionada.
  • Se debe tener en cuenta que es un proceso que requiere acompañarse una y otra vez. No es una receta, mantra o sugerencia que se aplica simplemente.
  • Es importante aclarar lo que no incluye el perdón: disculpa, aceptación, confianza.
  • No se debe dar con la intención principal de “liberar” al/la perpetrador/a de la culpa sino en función de restaurar el potencial de autoeficacia del/la afectado/a.

 ¿Qué importa realmente?

La autoeficacia es un concepto clave aquí, y el perdón puede contribuir o no a su recuperación. La atención se debe centrar en la decisión consciente de la persona afectada, de volver a tomar el control de la situación desde cómo decide lidiar con ello. Si está listo/a para conectar con las emociones relacionadas a su lesión, asume responsabilidad sobre lo que puede cambiar, independientemente de otras personas o factores externos.

Cómo terceras personas en esta situación podemos acompañar. Por ejemplo, en el caso de la mujer que describí al principio, hubiera sido interesante conocer primero más sobre los sentimientos que ella describe (en lugar de asustarse de ellos) y preguntarla, ¿Qué piensa que sus experiencias en el matrimonio han hecho con ella como persona?, ¿Qué le gustaría hacer con estas experiencias hoy? No estamos ahí para indicar el camino, sino para explorar juntos que pasos quiere y puede dar una persona, para restaurar su propia dignidad y autoeficacia. Eso también puede significar diferenciarse del/la infractor/a y precisamente por eso no perdonar. Se trata de posicionarse para volver a tomar la vida en las propias manos, perdonarse a sí mismo y restablecer la conexión con uno mismo.


Referencias

Grabe, M. (2018). Lebenskunst Vergebung. Alemania: Francke Buchhandlung GmbH.

Handrock, & Baumann. (2017). Vergeben und Loslassen in Psychotherapie und Coaching. Basel: Beltz Verlag.

Knaevelsrud, C., & Kämmerer, A. (2010). Ist Vergebung eine Voraussetzung für therapeutische Veränderung? Verhaltenstherapie, 136-138.

Köberl, M. (29 de Septiembre de 2018). Verzeihen als Thema der Psychotherapie. Obtenido de Köberl Psychotherapie: https://www.koeberl-psychotherapie.at/verzeihen-als-thema-der-psychotherapie/

Levine, P., Crane-Godreau, M., & Payne, P. (2015). Somatic experiencing: using interoception and proprioception as core elements of trauma therapy. Frontiers in Psychology, 6(93), 1-18.

Rocha, A., Amarís, M., & López-López, W. (2017). Perdón como estrategia de afrontamiento. Una mirada desdel modelo de complejidad del afrontamiento . Terapia Psicológica, 271-281.


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